Me pregunto por qué el hecho de esculpir madera o piedra me ha llamado siempre tanto la atención…
Quizás porque veo que encierra también el dibujo (mi maestro de escultura me dijo: los grandes escultores son grandes dibujantes) … Quizás porque, antes de esculpir, debe haber una justa y medida planificación (cosa que eso de planificar me ha costado mucho siempre) y esto, quizás, me lo enseñe, de una vez por todas, al hecho de planificar antes de materializar algo. No creo que siempre, en todo, haya que planificar, hay cosas que lo espontáneo e improvisado es maravilloso… Pero hay veces que es necesario una planificación previa.
Al esculpir vas quitando partes rompiendo de a poco, partecitas que no sirven ni ayudan al objeto que uno ya vio dentro y poco a poco rompiendo va liberando y dando forma.
La verdad que es necesario pensar mis porqués al hacer algo… pero hoy me importa más el “para qué“ el para qué esculpo, y lo hago para ayudarme a mí mismo a centrarme, me centro en una meditación activa, esa meditación que consigo en acciones extremas donde cometer un error es echar a perder la obra. Al centrarme en cada golpe, cada pedazo que voy quitando y en la medida que avanzo, ir retrocediendo un poco para dar aire entre la madera y la gubia o entre el cincel y la piedra… así como avanza la sangre por nuestro cuerpo, avanza y se detiene dando la impresión que retrocede, pero luego vuelve a avanzar más aún.
La importancia de tener paciencia, en este tipo de expresión artística, es fundamental, el observar desde muchos puntos de vista la obra, mientras se va haciendo, y hasta tener en cuenta donde se va a poner y como le va a dar la luz, etc. etc. cuan aplicables a mí mismo son estos principios y formas, como en un simple acto de esculpir, se encuentra todo lo que se puede aplicar de forma macro a mi vida de hoy.